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lunes, 17 de junio de 2013

Inteligencia colectiva: el espíritu de la colmena

Publicado el Jueves 21/01/2010 por redondomartin en Redes Sociales


Normalmente cuando se habla de nuevas tecnologías se suele hablar del presente inmediato, de la espuma de los días, y del futuro, una cuestión a la que somos especialmente aficionados al comenzar el año. Justamente por ello he decidido hacer lo contrario, con ello despejo mi ignorancia y acaso aporte algo de luz sobre un tema que sí es de actualidad: la llamada Web 2.0.

El extraordinario fenómeno de la Wikipedia y la reciente explosión demográfica de las redes sociales ha traído al primer plano algunas ideas apenas transitadas: una de ellas es la noción de inteligencia colectiva. Un concepto que cobró cierto auge en los 90 al albur de las nuevas tecnologías y que aparenta formar parte de la modernidad, pero que en realidad se trata de una idea que hunde sus raíces en la alta cultura del medievo.



¿Qué es? La propia enciclopedia colectiva da una buena definición del concepto:


“Es una forma de inteligencia que surge de la colaboración y concurso de muchos individuos. Aparece en una amplia variedad de formas de toma de decisiones consensuada en bacterias, animales, seres humanos y computadoras. El estudio de la inteligencia colectiva puede ser considerado propiamente como un subcampo de la Sociología, de las ciencias de la computación y del comportamiento de masas, un campo que estudia el comportamiento colectivo desde el nivel de quarks hasta el nivel de las bacterias, plantas, animales y sociedades humanas. Tal definición surge de los trabajos de Peter Russell (1983), Tom Atlee (1993), Pierre Levy (1994), Howard Bloom (1995), Francis Heylighen (1995), Douglas Engelbart, Cliff Joslyn, Ron Dembo, Gottfried Mayer-Kress (2003) y otros teóricos.”

Aunque la definición es bastante cierta, no se entra al origen del asunto. Una de las obras clave de estos autores, que precisamente incorpora el término en su título apunta a un origen conceptual muchísimo más antiguo, concretamente al siglo X. Esta obra es “La inteligencia colectiva. Por una antropología del ciberespacio”, de Pierre Lévy (La Découverte, Paris 1994) [http://www.udenar.edu.co/virtual/inteligenciaColectiva.pdf]. Este libro es extremadamente interesante, al tiempo que muy poco citado por la demasiado anglosajona literatura sobre la Web 2.0. El documento nos sirve entre otras cosas para trazar el origen filosófico y literario del asunto, según este autor la primera concepción de inteligencia colectiva figuraría en la obra de Al Farabi (872-950):


“La idea del la inteligencia colectiva fue sin dudas descrita explícitamente y pensada con rigor por primera vez entre los siglos X y XII, en un medio islámico, por una casta de teósofos persas y judíos que se referían a una interpretación neoplatónica de Aristóteles. Al Farabi (872-950), Ibn Sina (el Avicena de las traducciones latinas: 980-1037), Abul-Barakat-Al-Bagdadi (muerto en 1164) y Maimonides (1135-1204) cuentan entre los principales pensadores de esta tradición. Por más de una razón esta corriente debe retener nuestra atención. Primeramente, Al Farabi e Ibn Sina situaron en el centro de su antropología la idea de una inteligencia única y separada, la misma para el conjunto del género humano, que se puede considerar anticipadamente como un intelecto común o colectivo. Este “conciente colectivo” fue nombrado el intelecto agente por esos místicos artistotélicos porque es una inteligencia siempre en acción – que no cesa de contemplar ideas verdaderas- y que hace pasar al acto (que hace efectivas) las inteligencias humanas emitiendo hacia ellas todas las ideas que perciben o contemplan. Este intelecto común une los hombres a Dios, un Dios esencialmente concebido como pensamiento, pensándose él mismo, una divinidad que conoce y que es una forma de conocimiento, más que todo poderosa, una inteligencia pura que solo es creadora por añadidura.”

El persa Al Farabi, no es cualquiera: Averroes y Manimonides lo consideraban el Segundo maestro, tras Aristóteles. Esta tradición farabiense influyó inequívocamente en un autor importante en la historia de la Ciencia Ficción: Olaf Stapledon. Éste, en su libro Hacedor de estrellas, nos describe de una forma fascinante el surgimiento de una “mente comunal”. Si leemos con atención los capítulos 8 y 9 es imposible ignorar el enfoque farabiense (en este caso con un matiz ateo) de esta obra genial. Hay un par de cosas más que unen a Stapledon con Al Farabi: una, ambos eran filósofos ¿conocía Stapledon el pensamiento de Al Farabi? es más que probable; dos, resulta que Al Farabi es autor de uno de los libros precursores de la ciencia ficción: Opiniones de los miembros de la ciudad ideal (traducido en España como “La ciudad ideal”, trad. M. Alonso, Madrid, Ed. Tecnos, 1985.), obra que precede varios siglos a laUtopía de Tomás Moro. Cito de nuevo a Pierre Lévy:
“Somos, pues, [según estos filósofos] inteligentes en acto únicamente gracias al intelecto agente, común al conjunto de la humanidad, que es una especie de “consciente colectivo”. Para el hombre, el grado supremo de la felicidad es evidentemente unirse al intelecto agente, captar lo más plenamente y mejor posible la emisión angélica.”

En cuanto a la definición del territorio, del escenario del consciente colectivo revisitado en los noventa, hay una palabra clara y delatora: “el ciberespacio”, algo que en 1994 era un concepto incipiente, pues estaba germinando la que iba ser la primera explosión de Internet: la de la World Wide Web y el correo electrónico. El concepto de ciberespacio proviene una vez más del fértil crisol de la mejor ciencia ficción: la novela Neuromante (Neuromancer), de William Gibson, la obra cumbre del Cyberpunk. Entre este polo distópico y la visión utópica de Al Farabi discurre el pensamiento de Lévy, que consciente de ambos apuesta sin duda por esta segunda opción, en una especie de llamada a la acción para la reconstrucción intelectual del palacio de Cnosos:


“los minoicos inventaron el laberinto, es decir, la complejidad cultural, la inteligencia colectiva proyectada al espacio arquitectónico. …

El proyecto de la inteligencia colectiva presupone el abandono de la perspectiva del poder. Quiere abrir el vacío central, el pozo de claridad que permite el juego con la alteridad, la quimerización y la complejidad laberíntica. Ahora bien, el palacio de luz, laberinto blanco, huella arquitectónica de una alegría de vivir, de una belleza, de una ligereza soberana, se convierte, a los ojos de la polémica que solo se reconoce a ella misma en todas partes, en el laberinto negro, trampa mortal que abriga a un monstruo devorador de hombres. La leyenda del laberinto manifiesta la incapacidad de hallar la salida pacífica. Tanto en el lejano pasado cretense como en el horizonte del opaco futuro planetario, la cultura de la potencia y de la paz parece indescifrable. La escritura Lineal B, la escritura de los micénicos en Creta, fue decodificada. Pero todavía no se ha encontrado la clave de la Lineal A, grafía de los minoicos antes de la conquista micénica. El enigma de la paz está aun sellado. Descifremos, pues, la lineal A o, más bien, inventemos la ideografía dinámica, la escritura del porvenir, la sobrelengua de los colectivos inteligentes. En lugar de ampliar las fortalezas del poder, refinemos la arquitectura del ciberespacio, el último laberinto. En cada circuito integrado, en cada chip electrónico se ve y no se sabe leer la cifra secreta, el emblema complicado de la inteligencia colectiva, mensaje irénico disperso al viento.”

El lineamiento de Lévy con la cultura hacker y con el cyberpunk es patente. Hago memoria: el término ‘hacker’ unde sus raíces en la prehistoria de Internet; proviene del fabuloso Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) y se difunde inicialmente gracias a ARPANET (la protointernet de los 70). En este sentido el autor francés, que deriva intelectualmente de Deléuze y Guattari, no habla sólo de inteligencia colectiva, plantea una mirada personal sobre el contexto político y social; al igual que hicieron en su momento Al Farabi y Tomás Moro plantea la necesidad de imaginar otra forma de relacionarse con la Polis.

Podemos caer en el error de pensar que Internet ha sido la condición sine quanon para conseguir logros de la inteligencia colectiva o para poder realizar trabajo en red. Como indicaba José Antonio Marina en un artículo de 2004 “La República de las Letras” [http://www.elmundo.es/papel/2004/01/03/docume/1551864.html ], en Europa existió, en el siglo XVII y XVIII una especie de “Internet epistolar” (para abreviar la voy a llamar la Cartanet). Esta era una red libre de escala, distribuida tanto geográficamente como por disciplinas de la filosofía, las ciencias y las artes. Entre algunos famosos “influyentes” hiperconectados encontramos a Descartes, cuya correspondencia alcanza las 10.000 cartas. El artículo afirma rotundamente que fueron Diderot y D’Alembert quienes institucionalizaron esta dinámica República de las Letras y que en concreto el proyecto de la Enciclopedia “Fundó la sociedad en red”. Ideas como «le commerce d’idées» o y sobre todo la persistente repetición de la palabra «réseau» en la obra Le Rêve de d’Alembert, indican, según Éric Letonturier, que Diderot habría sido influenciado por las teorías de Haller y Bordeu para descubrir las posibilidades de la red como modelo de comunicación y colaboración. En un artículo sobre la Enciclopedia, el autor de Jacques el Fatalista, nos alumbra con una frase genial, propia de figurar en el frontispicio del edupunk: “no existe ninguna sociedad de donde se puedan sacar todos los conocimientos que se necesitan.” (Ref: “Redes culturales. Claves para sobrevivir en la globalización”:Redes_Culturales.pdf )

Sería en el siglo XX sin embargo cuando los grandes avances de las telecomunicaciones permitieron establecer un gigantesco tejido global de redes: la red aérea de transporte, el teléfono y finalmente Internet y en concreto una de sus aplicaciones estrella: el correo electrónico, éste creó la “Cartanet 2.0″ y sustituyó a la red dieciochesca y también al ochentero fax. Además, el vetusto teléfono, al final de esta era tomaba un giro trascendente, se volvía móvil y con ello la conexión a las redes se volvía permanente y personal.

En Estados Unidos estas ideas cristalizaron en varios libros surgidos en la pasada década, entre otros, en uno de enorme influencia entre los Community Managers de todo el mundo: Wikinomics: How Mass Collaboration Changes Everything de Don Tapscott and Anthony D. Williams. Este libro surge como indica su título en un momento en que las ideas de Lévy, Ruslle, Atlee, y también las de Deleuze y Guattari parecían cristalizar: en el punto de auge de la Wikipedia. Cierto es que esta visión utópica sobre la realidad era matizada casi simultaneamente por el contracultural Jaron Lanier en un artículo titulado con bastante inteligencia Maoismo digital. Aquí se destaca la capacidad de la comunidad para anular los mensajes que manifiestan rasgos de personalidad u opinión; es un hecho una de las reglas de oro de Wikipedia es la “neutralidad”.

A mi juicio ambos tienen razón, ya que en realidad el artículo de Lanier no desvirtúa a Tapscott, Wikipedia cumple una amplia misión y es uno de los servicios más consultados, sus rigideces y limitaciones son cubiertas sin embargo por otros espacios disponibles en Internet más apropiados para la expresión personal. Internet es de hecho uno los espacios de libertad personal y colectiva más importantes conquistados por la humanidad: blogs, redes sociales, twitter, youtube, etc dan cabida a todo tipo de enfoques, personas, opiniones, hechos, estilos… Y todo ello convive al tiempo en la red, las noticias expuestas con objetividad, los artículos enciclopédicos, los intereses de los pocos y lo estrictamente personal.

Documentándome sobre esto, vi que uno de los giros que se emplean en la wikipedia inglesa en relación a la inteligencia grupal o colectiva es “hive mind”. Héte aquí que lo paso a Google Translator y me dice que esto significa en español “espíritu de la colmena”. Así qué me acuerdo como no podría ser de otra manera de Victor Erice, autor de una de las obras de arte de nuestro cine de igual título, que nos da una clave poética y también poco citada en la incipiente literatura sobre redes sociales:


“El título, en realidad, no me pertenece. Está extraído de un libro, en mi opinión, el más hermoso que se ha escrito nunca sobre la vida de las abejas, y del que es autor el gran poeta y dramaturgo Maurice Maeterlinck. En esa obra, Maeterlinck utiliza la expresión “El espíritu de la colmena” para describir ese espíritu todopoderoso, enigmático y paradójico al que las abejas parecen obedecer, y que la razón de los hombres jamás ha llegado a comprender”.

Este texto, gracias también a Wikipedia (este maoista invento parece que a veces funciona) nos entrega el enlace al texto del escritor:http://www.culturaapicola.com.ar/apuntes/libros/la%20vida%20de%20las%20abejas.pdf . En efecto es extraordinario y como todos los demás que cito, se trata de una lectura fascinante.

Es evidente que la comparación de la sociedad humana con el funcionamiento de la colmena es sugerente y tentadora, pero no debemos olvidar algunas diferencias. La primera es que somos primates, con familias, cohesión tribal, etc. Existe una conexión global y la ley de los seis grados se da. Por otra parte nuestra sociedad es más compleja, como pensaba Bruno Latour las conexiones sociales se extienden a los objetos materiales, a las organizaciones, y en definitiva a numerosos actores “no humanos” que forman parte de nuestro contexto vital. “Tim” Berners-Lee, padre de la WWW y uno de los grandes responsables del fenómeno de las socialnets, proponía inteligentemente que la WWW debería evolucionar hacia otra cosa: “lo llamé Web Semántica [también conocida como Web 3.0], pero debería haber hablado de GGG (Grafo Global Gigante)”. Una red donde se interconectaran, las personas, la información, las cosas… y todas las redes entre sí.

Según la visión apocalíptica de algunos medios y discográficas, Internet sería un un espacio donde no sólo tienen libertad las ideas, sino también la piratería, la pederastia, el phissing, los virus y toda clase de delitos cibernéticos. Por mi parte sin embargo creo que la Internet del siglo XXI está permitiendo el retorno del espíritu de aquella vieja cultura mediterránea del Minotauro, en cuanto al espíritu de la inteligencia colectiva de esta era quizá no se trate tanto del espíritu poético de la colmena, si no como apuntan los distintos indicios, al triunfo de un nuevo modelo cultural en el que converge el espíritu de la ilustración y la cultura hacker.



Otras referencias:

*Félix Guattari La Révolution moléculaire, 10/18, París, 1980. No creo que deba estar en los “esenciales” este último pero si en la de “para saber más”. Antecedentes del propio autor y

* Michel AUTHIER et Pierre LEVY, ” La cosmopédie, une utopie hypervisuelle ” in Culture Technique, n° 24, avril 1992, pp. 236-244

* Michel AUTHIER et Pierre LEVY, Les arbres de connaissance, La Découverte, Paris 1992. Hasta donde haya podido llegar yo está claro que la formulación postmoderna de estos conceptos se concibe como véis

* Entrevista a Pierre LEVY: http://sociologiac.net/2007/07/19/pierre-levy-la-inteligencia-colectiva-nuestra-mas-grande-riqueza/

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