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jueves, 30 de agosto de 2012

Historias de la Neurociencia: El sexo del cerebro


El sexo del cerebro
Los psicólogos refuerzan la teoría de las dos naturalezas humanas. Un estudio halla una distancia de personalidad entre los sexos mayor de la que se creía.

El País, Madrid



Malen Ruiz de Elvira
Fernando Botero, Hombre y mujer

Hasta ahora se creía que las diferencias de personalidad entre hombres y mujeres son relativamente pequeñas, pero un nuevo estudio que pretende establecer un método más exacto para medir los rasgos de la personalidad afirma que la variedad encontrada es muy grande para los baremos psicológicos. La sensibilidad, mayor en las mujeres que en los hombres, es el rasgo más diferenciador, pero no el único. Además, psicólogos españoles han confirmado que el mayor tamaño del cerebro en el hombre no se refleja en un aumento de la inteligencia general aunque sí en una mejor capacidad específica, la del procesamiento espacial. Ninguno de los estudios es definitivo; los participantes coinciden en que falta mucho por hacer en este campo.

En el primer caso, con el nuevo método que proponen, los psicólogos italianos y británicos autores del trabajo "La distancia entre Marte y Venus ", que publicaPlos One , de la Public Library of Science, han aplicado una escala de 15 rasgos de personalidad a una encuesta mucho más general realizada a 10.200 estadounidenses, la mayoría de raza blanca y con un nivel de estudios superior a la media en su país. Los datos obtenidos indican que, de media, las mujeres son más sensibles que los hombres y también son más cordiales y más aprensivas o ansiosas. Por el contrario, los hombres puntúan más en rasgos como la estabilidad emocional, la dominancia, la atención a las normas y la vigilancia.

Ellas son más cordiales, ansiosas y aprensivas, según un estudio.

A pesar de lo ambiguos y difíciles de estimar que son estos rasgos para el profano, los investigadores explican que la sensibilidad diferencia a las personas que son sensibles, sentimentales, estéticas y tiernas de las que son utilitarias, objetivas, poco sentimentales y duras de carácter, lo cual tiene influencia en el comportamiento general. Por eso seguramente, aun quitando del estudio la diferencia en sensibilidad, que es la más llamativa, se obtuvo una discrepancia significativa en otros rasgos de personalidad entre hombres y mujeres.

Marco del Giudice y sus colegas recuerdan, además, que la mayoría de los rasgos de personalidad tienen efectos importantes en el comportamiento sexual y como padres de los individuos, a través de factores como la promiscuidad sexual, la estabilidad en las relaciones sentimentales y el divorcio. La promiscuidad se puede predecir por una puntuación alta en rasgos como la extraversión, la apertura a experiencias nuevas, el neuroticismo, y otros como el narcisismo y la psicopatía. Puntuaciones bajas en afabilidad y responsabilidad auguran, junto con una alta extraversión, una mayor inestabilidad emocional y una mayor probabilidad de divorcio. En cuanto a otros tipos de comportamiento, como la tendencia a conseguir un estatus y a correr más o menos riesgos, también resultan relacionados con el género “como si existieran dos naturalezas humanas, tal como lo enunciaron Davies y Shackelford”, dicen los autores.

Ellos puntúan más en atención a las normas y estabilidad emocional.

La inteligencia acompaña a la personalidad como factor crucial en el comportamiento. El cerebro masculino es, de media, un 10% mayor en volumen que el femenino y tiene, por tanto, un mayor número de neuronas. La mayoría de los estudios indican que esta diferencia no se refleja en la inteligencia general, pero ahora psicólogos españoles, coordinados por Roberto Colom y el estadounidense Richard Haier, han confirmado esta hipótesis con un nuevo estudio sobre 100 adultos jóvenes, publicado en Intelligence.

Su conclusión es que las diferencias significativas en el volumen cerebral que han constatado en los voluntarios estudiados, en cuyos cerebros han medido la materia gris y la materia blanca con resonancia magnética, no se relacionan con el factor general de inteligencia, llamado g. Así pues, la hipótesis de que el mayor volumen cerebral en los hombres es la causa de una ventaja cognitiva no se confirma.

Sin embargo, este estudio sí ha confirmado diferencias significativas en habilidades espaciales, como la rotación mental de figuras en tres dimensiones (que los hombres hacen mejor que las mujeres, como media), y que se supone exigen el uso de una gran capacidad cerebral. Y las mujeres han dado, como ya habían también mostrado otros estudios, mejores resultados en las pruebas de fluidez verbal. Así que la conclusión final es que, dependiendo de cual sea la tarea compleja a realizar, los hombres tienen más neuronas a su disposición pero las mujeres las utilizan de forma más eficiente.


15 rasgos de la personalidad

El estudio sobre diferencias entre sexos se fija en 15 rasgos de la personalidad. Los paréntesis indican los extremos de la escala en cada uno.

■ Afabilidad (reservado-abierto).

■ Estabilidad emocional (reactivo-estable).

■ Dominancia (deferente- dominante).

■ Animación (serio-vivaz).

■ Atención a las normas (impulsivo-atento a las normas).

■ Apertura al cambio (tradicional-abierto al cambio).

■ Atrevimiento (timido-atrevido).

■ Sensibilidad (utilitario-sensible).

■ Vigilancia (confiado-vigilante).

■ Abstracción (con los pies en el suelo-abstraído).

■ Privacidad (franco-celoso de su intimidad).

■ Aprensión (seguro de sí mismo-aprensivo).

■ Autosuficiencia (gregario-autosuficiente).

■ Perfeccionismo (tolera el desorden-perfeccionista).

■ Tensión (relajado-tenso).

El sexo del cerebro

Por: Javier Sampedro

¿Le importa el sexo al cerebro? Los datos sobre las diferencias psicológicas entre hombres y mujeres son bastante consistentes, pero hay dos formas de leerlos. La primera tiene su epítome en la hipótesis del parecido entre sexos de la psicóloga Janet Hyde, de la Universidad de Wisconsin, que sostiene que los dos sexos revelan más parecidos que diferencias. El artículo de Hyde se publicó en 2005 y ha cosechado un impacto notable (500 citas en Google Scholar, un termómetro de la influencia académica).

La lectura contraria viene magníficamente representada por el trabajo recién publicado por psicólogos de la Universidad de Turín y la Escuela de Negocios de Manchester. Esta escuela no solo enfatiza las diferencias entre sexos, sino que argumenta que son el resultado esperable de las distintas presiones darwinianas a las que hombres y mujeres han estado sometidos desde el origen de la especie, y más atrás.

Los hombres, por ejemplo, puntúan en promedio mejor que las mujeres en pruebas de percepción espacial, como la rotación mental de objetos. Las mujeres lo hacen mejor en tareas lingüísticas y de fluidez de ideas. La psicología evolutiva lo atribuye a que los hombres han sido seleccionados durante cientos de miles de años para tareas relacionadas con la caza, la exploración y la defensa de la tribu. La promiscuidad masculina, asímismo, se explicaría porque los hombres actuales descendemos de los mejores, cómo decir, diseminadores de esperma de la era de las cavernas.

Las mujeres que lograron pasar sus genes a la siguiente generación, en cambio, no fueron las más activas sexualmente, sino las que sacaron a sus hijos adelante. De ahí que las chicas actuales estén optimizadas para unos talentos muy distintos de los masculinos: los necesarios para construir un modelo del mundo, codificarlo en un lenguaje y transmitírselo a su descendencia.

Los científicos de Turín y Manchester recuerdan que muchos rasgos de personalidad afectan a las probabilidades de apareamiento de un individuo, y también al comportamiento parental. Entre ellos están la promiscuidad, la tendencia a sostener relaciones estables, la extraversión, el interés por las nuevas experiencias, el carácter neurótico y lo que los psicólogos llaman con cierto efectismo "la triada oscura": el narcisismo, la psicopatía y el maquiavelismo.

Oscuras o no, si hay diferencias entre sexos, negarse a verlas no es igualitarismo, sino mera ceguera. Ignorar las leyes físicas solo sirve para romperse las piernas.

Sobre el autor

Javier Sampedro. (Madrid, 1960) es doctor en biología molecular. Hasta 1993 se dedicó profesionalmente a la investigación genética, primero en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de Madrid, y después en el Laboratory of Molecular Biology del Medical Research Council en Cambridge. En 1994 se recicló como periodista y ha sido durante 15 años redactor de El País. Buen dibujante y mal guitarrista de jazz, su lema es: "Si no les gustan tengo otros".
http://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoID=74145 

Historias de la Neurociencia: El sexo del cerebro
Escrito por José R. Alonso

En el verano de 1991 Simon LeVay trabajaba en el Instituto Salk de Estudios Biológicos, un edificio de hormigón abierto al océano Pacífico, considerado una de las joyas de la arquitectura norteamericana y una de las locomotoras más potentes de la investigación biomédica en el mundo. El Salk, fundado por el principal promotor de la vacuna contra la polio, tenía entre sus paredes a algunos de los investigadores más trabajadores, inteligentes y creativos del mundo, Cinco investigadores formados en el Salk han ganado el premio Nobel. Cuatro de los investigadores que están actualmente en el Salk y otros tres miembros no residentes también han ganado el Nobel.

Pero ese verano, la investigación de LeVay resonó mucho más allá de los muros abiertos del Salk y 
más allá también de los espacios académicos. LeVay que hasta 
entonces había trabajado fundamentalmente en la corteza visual de gatos donde era un investigador reputado, publicó un estudio sobre un núcleo cerebral titulado “A difference in hypothalamic structure between heterosexual and homosexual men“. Lo hizo en Science, quizá la revista científica más prestigiosa del mundo y analizaba los cerebros de 19 hombres gays (que habían muerto de SIDA), 16 hombres heterosexuales (de los cuáles 6 habían muerto de de SIDA) y seis mujeres de orientación sexual desconocida.

Este artículo señalaba que una pequeña área cerebral, el tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior (INAH3), tenía diferente tamaño en ambos sexos y dentro de los hombres, según la preferencia sexual. El INAH3 era 2,5 veces más grande en los hombres heterosexuales que en los homosexuales, y en estos últimos era similar al tamaño que se observaba en mujeres. Fue un bombazo: una zona del cerebro dimórfica sexualmente (entre hombres y mujeres) y dimórfica según la orientación sexual (entre hombres heterosexuales y homosexuales).

La elección del INAH3 no era casual. El INAH3 es considerado responsable del comportamiento sexual masculino típico. Contiene más células sensibles a los andrógenos (hormonas masculinas) que cualquier otra parte del cerebro. LeVay escribió que “Este resultado indica que el INAH es dimórfico en relación con la orientación sexual, al menos en el hombre y sugiere que la orientación sexual tiene un sustrato biológico”. La muestra tenía también excepciones (hombres supuestamente heterosexuales con núcleos INAH3 pequeños y hombres homosexuales con núcleos grandes), pero eso es normal en casi cualquier estudio sobre el cerebro humano. No es lo mismo trabajar con un grupo de roedores de la misma edad, el mismo peso y que han vivido siempre en las mismas condiciones de un animalario que una población de sujetos humanos donde la variabilidad es mucho más alta.

Se han encontrado otras zonas cerebrales que son dimórficas, que son distintas en hombres y en mujeres. El cuerpo calloso y la comisura anterior, las cintas de axones a través del cual se comunican los dos hemisferios cerebrales son comparativamente más grandes en mujeres que en hombres. Podría explicar porque las mujeres son más conscientes de sus emociones y las ajenas que los hombres, y quizá ser el sustrato de eso que llamamos intuición femenina. LeVay también comprobó que el cuerpo calloso era más grande en los hombres homosexuales que en los heterosexuales, en paralelo con su mayor tamaño relativo en el cerebro femenino.

Hay diferencias sexuales también con la edad. Los hombres pierden tejido cerebral durante el envejecimiento antes que las mujeres y pierden más neuronas en términos absolutos. En los hombres, la pérdida está localizada en los lóbulos frontales y temporales, áreas que tienen que ver con el pensamiento y los sentimientos. La pérdida de neuronas en estas regiones podría relacionarse con irritabilidad y cambios de personalidad, parece que tendemos, los hombres, a convertirnos en viejos gruñones. En las mujeres, la pérdida es más acusada en el hipocampo y las áreas parietales. Estas regiones intervienen en la memoria y las habilidades visuoespaciales por lo que es posible que las mujeres tengan más dificultades para recordar cosas y para orientarse a medida que envejecen. Haciendo una pequeña broma, es posible que a partir de los 80 o 90 años sí conduzcan ellas peor que nosotros.

Existían también diferencias sexuales en la actividad cerebral. Las mujeres, en actividades mentales complejas, tienden a hacer uso de los dos hemisferios cerebrales mientras que los hombres usan solo el más adecuado para esta tarea determinada. Se piensa que las mujeres tendrían una mayor amplitud de visión, considerarían más aspectos de un problema al tomar una decisión mientras que los hombres matizarían menos y tomarían con más facilidad decisiones complejas (aunque quizá equivocadas). Se ha visto que hombres y mujeres se comportaban de forma diferente (comprobado estadísticamente) en actividades cognitivas como las estrategias de navegación, las habilidades visuoespaciales, la fluidez verbal, el razonamiento matemático y algunos aspectos de la personalidad como la agresividad, la competitividad, la autoestima, la tendencia a asumir riesgos, el neuroticismo, la sensibilidad emocional, la capacidad para llegar a acuerdos, el sentido moral, el interés en el sexo esporádico o en la pornografía y los celos. Es divertido en esta lista no indicar en cuáles destacan los hombres y en cuáles las mujeres aunque me temo que algunas son fáciles de adivinar.

El trabajo de LeVay fue muy criticado. Muchas de las críticas eran sobre los cerebros estudiados. Los de hombres homosexuales procedían de personas que habían muerto de SIDA, eran hombres jóvenes que habían sufrido una infección viral devastadora que afecta también al cerebro y, en concreto, al hipotálamo. Es posible que el INAH3 esté afectado no por la tendencia sexual sino por la infección viral. Los cerebros para los controles, los de hombres heterosexuales no se podía estar seguro de que esa fuera su verdadera orientación sexual y no tuvieran una homosexualidad oculta. Solo una parte de ellos habían sufrido SIDA antes de fallecer. El número de casos estudiados era bajo para su variabilidad pero es que no es nada fácil conseguir cerebros humanos para estudios neurobiológicos. Tomado todo en cuenta, LeVay hizo un trabajo serio y respetable. No ha habido muchos más estudios sobre la codificación de la preferencia sexual en el cerebro, pero quizá no está de más recordar que en estos años se dieron dos mandatos del presidente Bush hijo y el tema no era muy popular para desarrollar una carrera científica.

La teoría de LeVay es que la orientación sexual es un aspecto de los factores de género que emerge de la diferenciación sexual prenatal del cerebro. Un ambiente complejo, el del útero, donde actuarían genes, hormonas sexuales y factores ambientales como el estrés marcarían un camino, una pauta, que determinaría la futura orientación sexual de ese niño o esa niña.El esquema muestra un dibujo de una rata preñada donde se ha comprobado distinto comportamiento (agresividad, conducta sexual,..) en función de si un fecto está rodeado por ningún (0 M), uno (1 M) o dos (2M) fetos masculinos. El ambiente intrauterino afectaría a la posterior “personalidad” e ese animal. La idea de LeVay es que ser gay o hetero no estaría marcado en el momento de la concepción (no sería un factor genético) pero sí que estaría decidido en el momento del nacimiento. Pero la influencia no termina ahí. El cerebro sigue siendo flexible después del nacimiento. Los genes, las hormonas, los aspectos ambientales incluyendo el aprendizaje, las experiencias modulan nuestro cerebro. El planteamiento anterior que era considerar que los factores genéticos marcaban al organismo hasta la concepción o el nacimiento y que a partir de ahí actuaba el ambiente no puede ser más falso. Genes y ambiente interactúan en los procesos prenatales y postnatales, desde el primer día hasta el último.

Heino Meyer-Bahlburg, un psicólogo de la Universidad de Columbia estudia la influencia de la exposición a hormonas sexuales en el desarrollo prenatal sobre el comportamiento del adulto. Estudia pacientes con trastornos endocrinos como la hiperplasia adrenal congénita, donde el feto en el útero está sometido a concentraciones excesivas de testosterona, la hormona masculina. “Las mujeres genéticas, con dos cromosomas X, expuestas a testosterona prenatalmente son muy “chicazos” de niñas. Como adultos, muestran mayores porcentajes de bisexualidad y algunas llegan a cambiar su género a hombre.”

LeVay, que siempre aclara que él mismo es gay, decidió cambiar de vida y centrarse en conseguir una mayor aceptación de la gente explicando la influencia de la biología en la orientación sexual. Fue fundador y primer director del Instituto de Educación sobre Homosexuales y Lesbianas. En su último libro de 2010, declara algo importante con lo que estoy de acuerdo “También creo que hay un montón de razones por las que las personas gays deberían ser aceptadas y valoradas por la sociedad incluso si ser gay se probara que no es más que una decisión personal.”

En los últimos tiempos hemos visto como el debate sobre la homosexualidad continúa en nuestras sociedades. Nuevos países aceptan el matrimonio entre personas del mismo sexo pero también vemos suicidios de adolescentes en Estados Unidos tras campañas de acoso y odio por ser gays o protestas homófobas violentas en países supuestamente europeos como Serbia. A pesar de estas noticias preocupantes creo que avanzamos hacia un futuro de mayor respeto, igualdad y en una palabra que debería ser nuestro mayor orgullo, humanidad.

Leer más:
LeVay S. (1993). The Sexual Brain. Cambridge: MIT Press.
LeVay S. (1996). Queer Science: The Use and Abuse of Research into Homosexuality. Cambridge: MIT Press.
LeVay, S. (2010) Gay, straight and the reason why: the science of sexual orientation. Oxford: Oxford University Press.
http://asus.usal.es/index.php?option=com_content&view=article&id=6834%3Aalias&catid=341%3Ajoseralonso&Itemid=247&lang=es

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