Campo Quijano- SALTA |
La festividad se celebra del 14 al 16 de agosto en Quillacollo, provincia importante de Cochabamba, donde según la tradición la Virgen se apareció a una pastorcita.
Entrado el nuevo milenio, todos los países del mundo deben enfrentar una serie de cambios, muchas veces difíciles de controlar por la rapidez con que se producen. Estas transformaciones se presentan en diversas áreas como la tecnología, economía, ideología, educación, costumbres y también en las creencias religiosas.
La diversificación de la cultura
Salta, por su condición de provincia limítrofe, recibió en los últimos años una fuerte afluencia de inmigrantes bolivianos que influyeron decididamente en la conformación de nuevas modalidades de comercio, como los mercados de “pulgas”, las “ferias americanas”, la venta de comida callejera, etcétera. En algunos casos los salteños adoptaron como propias estas costumbres. Lo mismo sucede con la gastronomía, la música, la danza, el lenguaje y, en muchos casos, la moda.
Una de las manifestaciones más fuertes de esta influencia cultural se ve reflejada en la enorme masa de creyentes que se sumaron a la devoción por la popular Virgen de Urkupiña. Hasta hace poco menos de una década esta veneración era casi cerrada y privativa de las comunidades bolivianas residentes en el territorio provincial.
Pero poco a poco el fervor religioso por la imagen fue sumando fieles que hoy pueden contarse por decenas de miles, y que tornan a la típica creencia andina en una de las más notables de la provincia, compitiendo incluso con los cultos a Sumalao o a la Virgen del Perpetuo Socorro.
Si bien la fiesta central tiene lugar del 14 al 16 de agosto, las manifestaciones se extienden a lo largo de todo el mes y, en algunos casos, se prolongan hasta octubre debido a los cientos de fraternidades que, una tras otra, organizan los festejos y desfiles en los diferentes barrios de la ciudad y localidades del interior.
Peregrinos
Las peregrinaciones con la sagrada imagen son acompañadas, en muchos casos, por la danza de caporales, tobas, waca waca, pujllay, suri sicuri, morenadas, diabladas, tinkus, kallahudas e inti huayras, que ensayan durante todo el año para ofrecer lo mejor de su arte a la venerada Virgen.
Los desfiles rebozan colorido y trajes exóticos y los altares son rodeados de botellas de agua e imágenes de la Virgen que “van a oír misa” y recibir la bendición de los sacerdotes, que los devotos acogen como símbolo de protección y unión. Durante esos días no hay cambas ni collas, salteños ni jujeños, ricos ni pobres. Es un momento y un espacio de permanente encuentro y confraternidad entre devotos de la Virgen de Urkupiña.
Los desfiles rebozan colorido y trajes exóticos y los altares son rodeados de botellas de agua e imágenes de la Virgen que “van a oír misa” y recibir la bendición de los sacerdotes, que los devotos acogen como símbolo de protección y unión. Durante esos días no hay cambas ni collas, salteños ni jujeños, ricos ni pobres. Es un momento y un espacio de permanente encuentro y confraternidad entre devotos de la Virgen de Urkupiña.
Historia de la primera aparición
De acuerdo con la creencia religiosa, en época de la colonia, en el paraje de Quillacollo, departamento de Cochabamba, a una pequeña niña pastora de ovejas un día se le apareció una hermosa señora que cargaba en sus brazos a un pequeño, la que se convirtió con el correr de los días en su amiga. Para la pastorcita, conversar con la señora -quien hablaba en su idioma nativo, el quechua- y jugar con el niño, se convirtió en algo cotidiano y natural. Un día les contó a sus padres la existencia de esa señora con la que se encontraba diariamente.
Extrañados, sus padres comentaron la situación al sacerdote de la parroquia local y a algunos vecinos, quienes decidieron cerciorarse de la veracidad del relato de la niña.
Un 15 de agosto, sorpresivamente, aparecieron los padres y algunos vecinos donde la niña pastoreaba sus ovejas. Grande fue la sorpresa cuando vieron a la pastorcita acompañada de la señora y su hijo. El asombro se apoderó de la gente, cuando vieron que lentamente la señora y el niño empezaron a subir al cielo. La gente sorprendida preguntaba en voz alta: ¿dónde está la señora?, a lo que la pastorcita muy feliz respondía señalando hacia el cielo:”Ork hopiña, ork hopiña”, que en quechua significa”ya está en el cerro”. En el lugar donde la señora con el niño en brazos visitaba a la pastorcita encontraron una bella imagen de una mujer con su hijo, a la que denominaron Virgen María de Urkupiña, nombre castellanizado por el que actualmente se la conoce. En ese lugar se construyó su templo, que desde aquella época es venerada por el pueblo boliviano. Actualmente se trasladó la imagen al templo de Quillacollo, hasta donde llegan peregrinos para adorar a la Virgen, Patrona de la Integración Nacional boliviana.
Extrañados, sus padres comentaron la situación al sacerdote de la parroquia local y a algunos vecinos, quienes decidieron cerciorarse de la veracidad del relato de la niña.
Un 15 de agosto, sorpresivamente, aparecieron los padres y algunos vecinos donde la niña pastoreaba sus ovejas. Grande fue la sorpresa cuando vieron a la pastorcita acompañada de la señora y su hijo. El asombro se apoderó de la gente, cuando vieron que lentamente la señora y el niño empezaron a subir al cielo. La gente sorprendida preguntaba en voz alta: ¿dónde está la señora?, a lo que la pastorcita muy feliz respondía señalando hacia el cielo:”Ork hopiña, ork hopiña”, que en quechua significa”ya está en el cerro”. En el lugar donde la señora con el niño en brazos visitaba a la pastorcita encontraron una bella imagen de una mujer con su hijo, a la que denominaron Virgen María de Urkupiña, nombre castellanizado por el que actualmente se la conoce. En ese lugar se construyó su templo, que desde aquella época es venerada por el pueblo boliviano. Actualmente se trasladó la imagen al templo de Quillacollo, hasta donde llegan peregrinos para adorar a la Virgen, Patrona de la Integración Nacional boliviana.
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