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jueves, 21 de junio de 2012

LAS TRES ETAPAS DE LA MEDITACIÓN(Paul Brunton)




LAS TRES ETAPAS DE LA MEDITACIÓN (de LA SABIDURIA DEL YO SUPERIOR)

Hemos llegado así al punto en que sólo cierto tipo de experiencia super-intelectual, es decir, cierto tipo de experiencia mística, puede justificar nuestra declaración de que esta Mente es consciente y factible de realización, en un sentido positivo. El diccionario nos da una definición de "realizar": "sentir tan vivida o fuertemente algo como si fuera real; adquirir por propia experiencia; lograr algo como resultado de trabajo o esfuerzo". En consecuencia, marcharemos ahora hacia las frescas aguas de dicha realización personal de la Mente, dejando a nuestras espaldas el árido desierto de la simple especulación. Por lo tanto, hablaremos ahora de las formas y medios de obtener este tipo de experiencia psicológica. No es suficiente asegurar una convicción intelectual de la verdad mentalista. Tenemos también que asegurar una experiencia práctica de esa verdad. Pero el alma que desea ascender desde la tierra hasta ese puro empíreo, debe adquirir las alas. Ning~n animal posee este ojo interno místico que tiene el hombre; por lo tanto ningún animal puede contemplar la esquiva realidad de la Mente pura, que constituye la esencia ignorada de su propia naturaleza. La apertura de esta nueva y trascendental facultad de la visión interior brinda la ~nica oportunidad de nacimiento humano, oportunidad que podemos perder en la persecución de las cosas efímeras, o capitalizar en la b~squeda de las divinas. Ahora bien: manifestación significa limitación. Cuando la Mente Universal manifiesta un universo, tiene que manifestar un universo limitado. Cuando el Yo Superior proyecta la persona, tiene que auto-limitar un fragmento de su propia conciencia. Así, pues, cuando la persona se vuelve hacia su interior, aspirando a la contemplación y cumplimiento de su propio origen y naturaleza, en ese momento tiene la posibilidad gloriosa de llevar a cabo la promesa ~ltima de su propia limitación, evolución e involución. Esto necesariamente implica desprenderse conscientemente, de los cinco sentidos que contribuyen fundamentalmente a producir la ilusión materialista. Sin esto, no puede haber realización personal del mentalismo, sino sólo un eco intelectual de su verdad. Tenemos que aprender el arte de apartarnos de la existencia sensual y superficial. Esto se logra mejor a través de una deliberada auto-disciplina. Las tres principales formas en que la filosofía obtiene esta disciplina, libera al hombre de dicha existencia sensual y además desarrollan la visión interior. Son tres formas paralelas, no consecutivas. Son, primero, la reorientación del pensar; segundo, la reorientación de la actividad práctica; y, tercero, la reorientación del sentimiento. Lo primero se logra gracias a meditaciones metafísicas de carácter mentalista, como las que componen las primeras páginas de este libro. Lo segundo se obtiene gracias a una cierta abnegación de la voluntad personal, que describiremos hacia el final de este libro. Lo tercero se logra, educando la atención por medio del empleo de ejercicios regulares de meditación o yoga, como se los llama en la India, que describiremos en seguida. Yoga es un término de doble significación: denomina tanto el proceso cuanto el resultado a que ese proceso conduce. Yoga, como conjunto de prácticas mentales, es una cosa, y yoga, como condición unificada de la mente, que resulta fruto final de dichas prácticas, es otra cosa. Yoga como proceso, exige constantes esfuerzos por lograr la concentración mental dirigida hacia adentro; y como resultado, proporciona al practicante, una serena condición, en la que los pensamientos desaparecen, revelando así el trasfondo divino que la actividad constante de los pensamientos oculta. Cuando la mente está activa, tenemos pensamientos; cuando está quieta, los pensamientos se evaporan. Muy pocos han alcanzado alguna vez, conscientemente, esta completa quietud del estado natural de la mente, y por lo tanto, son pocos los que realmente saben qué cosa es en verdad. Yoga en su mejor sentido, es simplemente el intento deliberado por lograr esto, y así el hombre adquiere conciencia del llamado "inconsciente".
¿Quién no se ha perdido alguna vez en un agradable recuerdo, o se ha sentido completamente absorbido por un trabajo intelectual grato? ¿Quién no ha perdido entonces toda noción del tiempo, hasta de las circunstancias exteriores, olvidándose además de sus preocupaciones, y hasta dejando de percibir un dolor físico? Esto alguna vez le ha sucedido a casi todos. En momentos así, han estado practicando, sin saberlo, la meditación. Ya hemos dicho en otra parte que este tipo de experiencias son realmente los principios de la experiencia yogi, sólo que en el yogi es una experiencia deliberada y controlada, mientras que en el caso común al que hemos hecho referencia, se trata de algo involuntario y que se puede controlar. Esto indica que cuando estamos totalmente envueltos en nuestro propio yo, con exclusión de las cosas, personas y acontecimientos que nos rodean, y con nuestra mente concentrada en alguna idea análoga, tendemos a aceptar a las ideas como única, realidad. Ya he dado, en tres libros anteriores, las instrucciones detalladas de la práctica de este arte de la meditación, de modo que resulta inoperante describirlas nuevamente aquí. Pero desde que esos libros fueron escritos, he adquirido mayor experiencia estudiando cuidadosamente los esfuerzos y resultados acumulados y observados entre numerosos estudiantes de todo el mundo, todo lo cual me permite aclarar ciertas normas, corregir algunos equívocos, y subrayar unos pocos principios rectores, en un breve resumen de este arte que todavía es poco familiar y bastante abstruso para el común de los estudiantes. La clave del éxito en yoga depende, en parte, de la natural capacidad para la concentración, en parte, de la energía que apliquemos, pero muy especialmente, del repetido y regular auto-entrenamiento. Para decirlo con la suprema autoridad de Buda: "No sé de nada que, con la práctica, resulte más inflexible que la mente; no sé de nada que, con la práctica, pueda llegar a ser mas flexible que la mente". La teorización es inútil; uno debe sentarse a practicar diariamente esta meditación. Si se lo hace correcta y regularmente, incluso durante sólo seis meses, se lograrán buenos resultados. Hay que convencerse suficientemente de que poniendo en práctica las reglas de yoga se llegará a gozar los frutos de yoga.
Pero la meditación exige un lugar y un momento adecuados: debe convertirse en un hábito. tan regular y agradable como el hábito del comer. Esta práctica no puede quedar librada a momentos casuales o a aquellas horas en que no sabemos qué hacer. Es necesario hacer un reajuste del programa diario. Es posible que esto ocasione algunas molestias al principio, pero los resultados serán una recompensa de gran valor. El hábito rige la vida humana. El hombre que ha aprendido el secreto de crearse nuevos hábitos, está capacitado para controlar aquello que controla la vida. Y la meditación está entre los mejores hábitos que el hombre pueda adquirir. No sólo recalcaremos sino que lo haremos con gran énfasis, el valor y urgente necesidad de introducir este hábito en la vida moderna. Por supuesto que habrá dificultades para conseguir un poco de tiempo. La mayoría de las personas ha construido una red de actividades y placeres de la cual no es fácil escapar. Pero si bien algunas de estas actividades son fundamentales, otras no lo son. Es necesario desarrollar un sentido de la proporción. El mismo hombre que se queja de que después de un día de trabajo ineludible y urgente, está muy cansado como para dedicarse a la meditación, nos dirá, cuando le propongamos que lo haga por la mañana, que entonces está demasiado ocupado en vestirse y en tomar su desayuno. £Al final, llegará a la conclusión de que nunca puede dedicarse a esa meditación! Pero no bien alguien le asegura beneficios positivos, esa persona se las arregla para conseguir un poco de tiempo. Eliminará alguna actividad superflua, o se levantará más temprano, o hará alguna otra cosa. Lo fundamental es que se entregará gustoso a esas prácticas. Pues ellas resultan aburridas cuando no se alcanza una recompensa rápida o tangible. Por consiguiente, es necesario un cambio de actitud mental hacia esas prácticas. Estos ejercicios deberían realizarse, al principio, a diario, y en el mismo lugar y a la misma hora, pero cuando no ha alcanzado un cierto progreso, puede transgredirse esta norma y practicar meditación en cualquier lugar y momento. No es necesario el monasterio. Es mejor una habitación en la que a solas pueda entregarse a este ejercicio durante media hora de la mañana o de la tarde. El progreso que se logra en un monasterio, muchas veces es ilusorio, y no soporta la prueba del mundo exterior, mientras que los adelantos que se obtengan en medio de la vida y obligaciones habituales, y a pesar de la oposición del medio ambiente, son persistentes y duraderos.
Hay ciertos estorbos físicos que perturban estos ejercicios y que mientras están presentes pueden atraer la atención, alejándola del verdadero propósito. El primer estorbo es el ruido. Todo sonido exterior resulta magnificado durante la interna quietud de la meditación. Es por lo tanto indispensable encontrar un lugar silencioso. El hombre que medita debe aislarse para alcanzar sus metas superiores. El segundo impedimento es el movimiento activo, y la repentina irrupción de otras personas. No debe ser perturbado durante estas prácticas, y lo mejor será encerrarse con llave en la habitación. Estas normas se refieren, claro está, a los primeros esfuerzos del aspirante. A medida que avance, estos estorbos irán perdiendo importancia. El tercer estorbo es el balanceo del cuerpo, que resulta más perturbador cuando es la cabeza la que se balancea. Es necesario, pues, mantener derecha la columna vertebral. Si se utiliza un banco o una silla, deben tener la altura adecuada como para que los pies apoyen firmemente en el piso. La espalda debe estar apoyada en el respaldo de la silla o en la pared. Esto es indispensable, porque cuando se alcanza la etapa más elevada de la meditación, es necesario tener el cuerpo firme, pues la conciencia entra en un estado delicado y sensible en el que el más mínimo movimiento del cuerpo puede desbaratar los logros. Ésta es la razón por la cual los yogis indios del Himalaya adoptan la postura de piernas cruzadas con los tobillos entrelazados. Es una postura que proporciona un asiento firme cuando la conciencia está parcialmente desprendida de los cinco sentidos, y cuando la fluctuación del cuerpo provocaría el regreso de la conciencia al mundo sensorial. En el caso de estos yogis, también se busca que la columna vertebral esté muy derecha, pues así la fuerza vital latente en los órganos sexuales sube a lo largo de la médula espinal hasta la parte superior de la cabeza, sublimándola y espiritualizándola.
El cuarto impedimento es una salud endeble. Los dolores, la inquietud y el mal funcionamiento del cuerpo, pueden ser lo suficientemente fuertes como para distraer la atención, de modo que resulte imposible la meditación. Los modernos estudiantes que tengan este problema, deberán echar mano de toda la ciencia actual, y de los conocimientos y ayuda ortodoxos y heterodoxos, sin olvidar que en esta región el karma personal es frecuentemente muy activo. Sin embargo, paradójicamente, muchas veces ha sido la enfermedad del cuerpo la causa de la dedicación a estas prácticas meditativas.
A veces, pero no siempre, estos obstáculos físicos son más fáciles de remediar que los emocionales. Los trastornos emotivos, los estados de ánimo de depresión o desesperación, los sentimientos de pasión o amargura, incluso una imaginación demasiado errátil; todas estas cosas pueden interferir en la meditación. Por consiguiente, el estudiante debe al principio de su práctica, procurar apartarse de todo pensamiento acerca de sus asuntos personales, excluir toda clase de recuerdos, agradables o dolorosos, apartar la atención de los negocios e intereses del día, y universalizar su enfoque durante el período dedicado a la meditación.
Un común obstáculo entre los trabajadores de la ciudad, como reacción frente a la velocidad, el barullo y el ajetreo del día, es el agotamiento mental. Aunque algunas personas encuentran que su misma fatiga es una ayuda que facilita la meditación, porque les proporciona el descanso y relajación necesarios, otros encuentran que una mente cansada no les permite lograr esta meditación. En ese caso es mejor abandonar el ejercicio hasta sentirse plenamente restablecidos, o si no les es posible lograrlo, será necesario abandonar por ese día dicha práctica. Un medio ~til de restablecimiento consiste en descansar por unos pocos minutos acostado en una superficie completamente lisa, con las piernas y los brazos totalmente relajados, respirando pausada y rítmicamente, y aspirando profundamente. No debe usarse almohada ni ning~n otro apoyo para la cabeza.
Otro impedimento físico es la impaciencia. Los primeros ensayos en meditación transcurren tan lentamente y producen tan pocos beneficios, que la mayoría de los novicios pronto abandonan la práctica. Dicha impaciencia surge naturalmente del conflicto de verse tironeando en dos direcciones opuestas al mismo tiempo. Sus pensamientos no están acostumbrados a dirigirse hacia adentro concentrándose en algo que parece vago, remoto e irreal ya que, por el contrario, están muy acostumbrados a dirigirse hacia afuera concentrándose en el mundo de las cosas definidas y bien recortadas. Es más fácil renunciar a semejante lucha desigual, que continuarla. En consecuencia, los estudiantes deben adquirir la virtud de la paciencia, si es que quieren alg~n día gozar de los frutos del conocimiento. Todo aspirante debe, desde el principio de su práctica, grabar en su mente la segura esperanza de que si la realiza con profundo interés, es seguro que los resultados sobrevendrán. Semejante esperanza no es absurda. La mayoría de los esfuerzos realizados durante el noviciado no producen grandes resultados, son a menudo aburridos, pero con el tiempo se vuelven agradables, espontáneos y hasta interesantes. Cuando alguien aprende los fundamentos de un nuevo arte, como el de andar en bicicleta, hay muchos detalles característicos que lo asemejan a los comienzos de un nuevo arte como el de la meditación. Así como la bicicleta corre hacia atrás y hacia adelante, de un lado para el otro, a pesar de los esfuerzos por guiarla, y a pesar de la dirección voluntaria que el que la maneja quiere imponerle, así también los pensamientos van de un lado al otro, saltando de un objeto a otro objeto durante la meditación, a pesar de los esfuerzos y de la voluntad del aspirante. La monótona necesidad de repetir la práctica, el inevitable dolor de las caídas, que caracterizan los rudimentarios intentos de manejar una bicicleta, tienen su contraparte mental en las características de los rudimentarios intentos para practicar la meditación. Pero llega el día feliz en que, como por magia, el practicante de una de estas artes, descubre que puede manejar con seguridad y en forma recta su máquina, y el practicante del otro arte descubre que puede controlar sus pensamientos, concentrarlos y orientarlos de manera firme. Así, pues, con el tiempo, una tarea infructuosa diariamente ejercitada en la quietud mental, se transforma en algo fácil y natural.
La primera y ~ltima etapa del yoga son etapas de concentración. La perfecta concentración de la atención es una de las claves esenciales del éxito. Cada nuevo logro ha sido el resultado de un pensamiento intensificado y de un esfuerzo unitario. A menos que el pensamiento y el sentimiento se orienten en canales bien definidos, son como el vapor que se esparce en el aire en todas direcciones, en lugar de ser el vapor que impulsa una locomotora de cien toneladas. El ingeniero intenta orientar la energía del vapor en unas cuantas direcciones determinadas. De esta manera, dicha energía alcanza una mayor intensidad y es más ~til que si estuviera diseminada en muchas direcciones. Esta simple lección técnica encierra una verdad analógica para el estudiante de la mente. Éste debe aprender cómo enfocar la energía de su propio pensamiento en una sola dirección, aumentando así su intensidad y su influencia. Un vidrio ahumado puede concentrar los rayos del sol en un solo punto de una hoja de papel, hasta que ésta se enciende. He aquí también un buen símil de qué tiene que hacer el estudiante en estos ejercicios. La serpiente que intensamente observa a su presa hechizada, proporciona un ~ltimo ejemplo del tipo de concentración que el estudiante debe adoptar. Si no le es fácil alcanzar este punto de perfección, es porque su corazón está en otra parte. Por lo tanto, hasta tanto no comprometa todo su interés, su ejercicio de concentración será un fracaso. Es poco útil adoptar un ejercicio determinado, sólo por el hecho de que otra persona ha tenido éxito.
Por lo tanto, el estudiante deberá elegir aquellos ejercicios que le interesan y que despiertan su imaginación. Así, no tendrá que probar deliberada o artificialmente la concentración sino que se sentirá arrastrado espontáneamente a una natural absorción en
la materia.
Puede comenzar enfocando su atención en cualquier punto, ya sea un objeto externo, una idea interna, o simplemente su yo interior. Debe tener bajo control a su conciencia, y sostenerla sobre un pensamiento o serie de pensamientos, sobre una cosa o el detalle de una cosa, excluyendo todo lo demás. Debe mantener sujetos sus pensamientos como un elefante salvaje atado por una cuerda, a la estaca de un solo objeto o asunto elegido, no permitiéndoles correr sin rumbo de aquí para allá. Será inevitablemente necesario volverlos a traer una y otra vez, porque los pensamientos intentarán vagar, y esto requiere un manejo diestro y una perseverancia esperanzada. Así como fijar la vista en un punto situado al frente puede ayudar eventualmente a un ciclista inexperto, a mantener el equilibrio y a convertirse en un ciclista adiestrado, también puede ayudar eventualmente al estudiante el fijar la atención en una sola serie de pensamientos, mientras aprende a concentrarse, de modo de mantener fuera todos los otros pensamientos. Pero un objeto físico puede ser sólo un punto de partida para aprender a reunir y mantener quietos sus pensamientos fluctuantes. Tarde o temprano deberá reparar en las cosas exteriores y así se quiebra el momento de meditación. Con esto el estudiante termina la primera etapa (concentración) de! yoga, y entra en la segunda (meditación propiamente dicha).
Metafísicamente, el yoga es en realidad la retracción de la conciencia del no ser al ser, el apartamiento de todos los pensamientos perturbadores y las ideas interferentes, que oscurecen la auténtica auto-conciencia. Esto se logra manteniendo firme un solo hilo de pensamiento, a través de un supremo esfuerzo de concentración en una idea, que al principio puede ser cualquiera, pero que al final tiene que ser una idea espiritual. Ya que la meditación debe tender siempre a concentrarse en una aspiración cada vez mayor, hacia algo más divino que el mero pensar, hacia un acto final de sagrada comunicación con nuestro mejor yo. La definición que el diccionario da de la meditación es: "Pensamiento continuado o ceñido", pero es mucho más profundo el significado que le da el misticismo. El estudiante debe ahora cerrar sus sentidos al mundo exterior, y su atención a los pensamientos y fantasías dispersas. Aunque esto resulte difícil, puede lograrse con el esfuerzo paciente.
Esta etapa es un proceso por el cual se contrarresta el efecto de los cinco sentidos, una operación que determina eventualmente la pérdida de contacto con el mundo exterior, un vagar más allá de ese mundo, en una región interior de rapto recordatorio, donde no hay sensaciones físicas si bien el pensamiento está a~n activo. Durante todo el día se produce un asedio continuo de percepciones sensoriales. Sólo en el dormir profundo o en la experiencia mística, el hecho se ve libre de esta guerra de nervios interminables. Así, pues, todo el poder de una atención concentrada en un solo punto debe orientarse profundamente hacia adentro del ser propio, y debe cultivarse un estado de ánimo de rapto absorbente. Sólo si el estudiante persiste en esto, sólo si resiste el arrastre del contorno exterior, y domina el movimiento sensorial de los pensamientos dispersos, sólo entonces conseguirá penetrar en el n~cleo místico de la conciencia que se encuentra en el umbral del verdadero "yo". Alcanzará por fin el glorioso clima de todos estos esfuerzos por la gracia del Yo Superior. En ese memorable día la tensión que inevitablemente caracteriza su actitud posesiva frente a la vida, se reflejará s~bitamente. La tensión que acompaña su existencia cargada de deseos, se relajará al mismo tiempo. Descenderá sobre él una beatitud, y cuando la meditación alcanza su punto extremo, yoga pasa su tercera octava (contemplación). Cesa entonces el razonamiento intelectual y ya no aparecen las imágenes mentales. Entonces la atención se desprende espontáneamente de todos sus objetos, salvo la conciencia, y se concentra en el corazón, no en la cabeza. Así, de un pensamiento concentrado voluntariamente, el estudiante pasa gradualmente a una recepción pasiva, de la actividad mental, se sumerge hacia adentro en la quinta esencia relajada. Es particularmente en esta tercera etapa que es necesario mantener el cuerpo absolutamente quieto, porque a~n la más mínima perturbación muscular, o el más pequeño cambio de posición, producirá una reacción totalmente desproporcionada y puede fácilmente perturbar o interrumpir la contemplación.
Una buena concentración insume alrededor de dos minutos y medio. Esto mantiene la mente ininterrumpidamente sujeta a un solo objeto, punto o pensamiento. El tiempo establecido no incluye el usual período preliminar requerido por los novicios, para acomodar el cuerpo, aquietar las emociones, desprenderse de los pensamientos extraños, y lograr el estado adecuado, período que bien puede insumir la tercera o cuarta parte del tiempo de concentración. Una buena contemplación insume cerca de veintiséis minutos.
Este período es el máximo; nada más puede obtenerse de un tiempo mayor. Es innecesario y por cierto muy difícil, extender la contemplación más allá del tiempo establecido.
Además, en la técnica filosófica se considera que no es aconsejable hacer un hábito de semejantes prolongaciones, porque pueden provocar la apatía social y un estado psicológico negativo. Sin embargo, no es posible asignar una medida determinada de tiempo para una buena meditación, porque ésta puede extenderse desde unos pocos minutos hasta, en casos muy excepcionales, unas cuantas horas. Un término medio adecuado sería el de media hora. Una vez que la facultad de atención ha sido entrenada de esta manera, puede concentrarse a voluntad sobre cualquier cosa, objeto o idea.
El arte, su apreciación o creación, la Naturaleza, su amor o compañía, constituyen asimismo modos de acercamiento al estado místico. Hemos dado instrucción práctica del uso de estos dos medios con propósitos místicos, en nuestra obra La B~squeda del Yo Superior.
Para quienes pueden entrar en estos caminos naturalmente, resultan tan importantes como los senderos convencionales del yoga. Toda vez que estas personas se dejan llevar por unos preciosos segundos quedando absorbidos en un hermoso paisaje, en alguna deliciosa obra de arte, o en alg~n afecto personal puro, tocan los bordes del estado místico. La atracción que sienten hacia las cosas hermosas es un anticipo de la atracción que sentirán más adelante frente a la Belleza misma, que es etérea y no física, hacia el Espíritu carente de forma. Quienes no comprenden qué quiere expresar la teoría mística, pueden entenderlo más fácilmente recordando el encanto indefinible de estos momentos de gozo espiritual. La contem-plación se propone recuperar sus almas, unirlos en un estado de ánimo, y convertirlos en una parte integrante de la vida com~n diaria.
El artista procura presentar a los otros sus imágenes mentales, ya sea en forma de sonido melodioso, ya sea en forma de piedra tallada, o como pintura coloreada, o a la manera de palabras poéticas. En consecuencia el imaginar es la primera parte de su obra. Mientras está comprometido en dicha actividad, estas imágenes asumen completa y vivida realidad para él. Por lo tanto, todo artista que merezca el nombre de tal, es un mentalista, ya sea que conozca o no la metafísica del mentalismo, pues si así no fuera, su impulso creativo carecería de valor. El genio artístico o inventivo generalmente desarrolla un temperamento introvertido, distraído, ausente, cuando sus ideas germinan o cuando se pone en actividad su capacidad creadora. Este estado de ánimo es por cierto la característica principal del carácter del artista. Pero por lo que el genio desarrolla inconsciente y esporádicamente, el místico lo desarrolla consciente y regularmente. Y mientras el genio convierte en último objeto de su contemplación, a la producción de una obra exterior, el místico considera como objeto ~ltimo de su propia práctica, el completo abandono de toda experiencia exterior y la creación de una experiencia interior. Si bien la creación artística o la apreciación estética son forma de meditación, no son formas supremas. Sin embargo, están lo suficientemente cerca de un tipo de experiencia suprema, como para capacitar al artista inspirado o al amante de la Naturaleza a gozar tanto como el místico, de la bendición de la contemplación. Esto puede lograrlo el artista solo si, en el momento supremo del rapto estético y de la intensidad concentrada de la atención, abandona el tema o materia que produjo su rapto, para descansar suspendido, por así decirlo, en el sentimiento puro.
Deben abandonarse todos los pensamientos de la "cosa" física, conservándose únicamente la "Idea" superfísica. Si logra hacer esto, el trastorno emocional se convertirá en una inmensa y exquisita serenidad. Pues al abandonar el objeto externo que despertó su rapto interior, por el rapto mismo, abandonará, en lenguaje teológico, la Materia por el Espíritu.
Así, una completa experiencia psicológica reemplazará a la experiencia mixta, mitad mental, mitad física. Así también, el arte se convertirá en un medio de evocación de aquello que está por encima del arte, y cada creación artística se transformará en un símbolo de algo superior a la cosa creada.
Una forma poco com~n pero inolvidable de experiencia mística puede ocurrir en un momento de fatal alejamiento de una persona amada, como si se oyera una melancólica música interior. Esto sucede cuando el karma fuerza la separación a beneficio del progreso espiritual del uno o del otro. Esa m~sica indescriptiblemente triste no puede captarse a través de los oídos corporales, pero se la siente de una manera misteriosa y clara, dentro del corazón. Esto no significa que se trate sólo de una alucinación. Las notas hermosas pero tristes sonarán en todo el ser interior. La experiencia durará unos pocos minutos, y será seguida por una gran depresión, pero imprimirá profundamente una cierta instrucción espiritual, que el tiempo jamás podrá destruir.
Incluso el crítico más acervo de la religión, el más cínico burlador de la Deidad, el más tenaz defensor del nacionalismo, que haya estado de acuerdo con su generación y haya caído preso de las espirales del cinismo materialista, comenzará a desprenderse de esas espirales, ante semejante presencia seráfica que aparece durante la contemplación mística. Desde el momento en que experimenta por primera vez esa presencia, el hombre renueva su vida. Pero aparte del lugar importante que la meditación tiene en esta b~squeda del Yo superior, también posee un valor utilitario propio, en la com~n vida cotidiana de la humanidad. La paz y despreocupación que un hombre puede desarrollar gracias a estos momentos, deliberadamente se apartan de su existencia cotidiana, porque se convierten en un propósito valioso. Es por lo tanto lamentable que su práctica deliberada haya pasado a ser, en la actualidad, posesión casi exclusiva de monjes y ascetas, y que esté tan poco de moda en Occidente en comparación con Oriente. En gran parte nos hemos propuesto siempre introducir este arte en un círculo más amplio. Todo el mundo ³y no sólo unos pocos ermitaños enclaustrados³ debería aprender a meditar. Demasiado tiempo el mundo moderno occidental ha sido víctima del enfoque desequilibrado en el que la vida sólo ha desarrollado acción; demasiado tiempo se ha entregado únicamente a lo que concierne a la vida exterior, y sólo por casualidad, en el caso de tener unos minutos para perder, a veces ese mundo occidental ha dedicado unos pocos pensamientos a los eternos temas, pero siempre como un mero paréntesis. Una sociedad masiva y con los nervios a flor de piel, que ha perdido su sentido de la proporción, y que cree que es suficiente para el hombre, oír sólo el ruido de máquinas y el clamoreo de ciudades atestadas, que vuelve la espalda con impaciencia cuando oye la serena voz de su yo interior, o la profunda música de la vida orquestada por artistas inspirados, o la rica quietud de las majestuosas sombras de un bosque: una sociedad así es un miserable caso patológico. Su vida cotidiana es demasiado extrovertida. Esta condición desequilibrada e insensible es tenida por "natural". Pero el estado introvertido no es antinatural, como lo piensan muchas personas tontas y muchos científicos de mente estrecha. El estado introvertido es por cierto una parte de lo que debería constituir el estado completo de un hombre normal. La salud de la sociedad occidental puede prevenir únicamente de una sabia restauración de la perdida integralidad. Por consiguiente, dicha sociedad tiene que recurrir a la técnica de la meditación, para restablecer su roto equilibrio.
Lo que el místico común trata de conseguir es precisamente lo que el místico filósofo procura lograr. Pero en este punto deben separarse. El último aprecia plenamente el significado de lo que el místico común logra, pero sabe que si sólo ha alcanzado una zona de existencia marginal, sobre la cual soplan extraños vientos del Infinito, esto no es lo mismo que el Infinito mismo. El místico filósofo no sólo ve que a partir de donde el místico común nada ve, se abre un sendero yoga superior, sino que además percibe que la meditación es sólo una de las etapas que debe transitar. Así pues, la última etapa posee un carácter triple, y su integralidad total es lo único que garantiza el título de filosófica.
En La Oculta Enseñanza Más Allá del Yoga hemos puntualizado las razones por las cuales son necesarias las formas superiores de la contemplación, pero desarrollaremos en los próximos capítulos, los motivos más importantes. Por el momento digamos que la filosofía no es tan tonta como para despreciar ninguno de los resultados valiosos de las etapas inferiores del yoga. Por el contrario, las incluye y asimila, relacionando estos resultados con sus propios procesos superiores. Sólo le pide al aspirante que persista en su trabajo hasta alcanzar la otra ladera de la montaña, en la que aparece la iluminación total, sin detenerse a mitad de camino, donde sólo hay vislumbres.


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